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¿Influenciador o central de medios?

Ricardo Cie 9 años ago 0 612

Cualquier persona que en una red social logre aglutinar a cientos de miles o millones de personas en su cuenta, que lo siguen con alegría y lo aplauden y replican su ingenio o sus planteamientos es para mí digno de respeto sin distinción alguna. Puedo no estar de acuerdo con sus planteamientos o no parecerme tan geniales, pero los respeto y entiendo que es un gran trabajo lograr reunir a tanta gente que apruebe lo que dices o les guste o les parezca tan disparatado que les encante encontrárselo en su Timeline.
Yo no soy uno de ellos, por cierto. He tenido mis épocas de romperme la cabeza pensando por qué un tweet, para mí insulso, de golpe es retuiteado muchas veces y en cambio otros, muy trabajados y de los que digo: «este sí, quedó genial y le va a encantar a miles» entra en el torrente de Twitter, pasa sin pena ni gloria y se pierde en segundos en ese chorro de información sin reportarme un mísero like.
He aprendido que así son las redes. Nada que hacer. Y aprendí también a respetar el lento crecimiento de las mías, tratando de ser fiel a lo que creo que debe ser su función y a lo que quiero reflejar de mí en cada una de ellas.

Pero cuando esa persona a la que siguen millones pasa al estatus de «influencer» o «influenciador» y se convierte en un mercader publicitario, ahí sí pierde todo mi respeto.

Entiendo que esas personas tienen el derecho de negociar con marcas para alcanzar a ese público cautivo. Pero estamos hablando de las redes sociales, de plataformas que llegaron para CAMBIAR por completo la comunicación entre personas y entre las marcas y sus consumidores. Usar esas plataformas para vender post por kilos, con tarifario, sin importar si la marca tiene alguna relación válida con el público de ese influenciador, sin formar parte de la experiencia de ese influenciador, post dictados, escritos como ad words de Google, honestamente me parecen una estafa.
Hay cuentas anónimas que conozco, dedicadas al chisme político en Venezuela, que no solo venden los «espacios» en su Twitter a la más antigua usanza Mad Men, sino que tienen el descaro de establecer «tandas publicitarias» como la TV de toda la vida. En cierto momento del día aparece un tweet que dice: inicia publicidad. Y luego vienen siete u ocho post de negocios varios, para luego seguir con «su programación habitual».
Me parece que se debería hacer el esfuerzo, y hablo de las marcas, las agencias y los mismos influenciadores, por darle la vuelta a esas colaboraciones y acercarse más a lo que merecen las redes sociales. Si las convertimos en estaciones de TV o de radio es muy probable que terminemos con los mismos problemas que hoy enfrentan esos medios «tradicionales». Ese esfuerzo de la industria publicitaria, al menos en nuestros países, por convertir el universo digital en una especie de Frankenstein que se parezca lo más posible a la publicidad y las comunicaciones del pasado (y que hoy agonizan), está destinado a fracasar, como cualquier intento de detener el tiempo y de intentar retrasar el futuro, que ya está aquí.

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Escritor. Publicista. Resiliente y Pre-Millennial. Creador de #MejorDesnudosQue

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