¿Necesito que un Banco me dé los buenos días?

No. No lo necesito, la verdad. No creo que nadie lo necesite. Ni las buenas noches tampoco. No hay ninguna razón para que unos tipos que tienen guardado mi dinero y ya, con los que intercambio información muy puntual y absolutamente práctica, se hagan los cálidos susurrándome cosas lindas con una fotico de un hermoso amanecer y un “el Banco “tal” te desea un gran día”, todos los días de todas las semanas del año.
Tampoco todo el mundo tiene que hablar de todo. Si eres un taller de reparación de aspiradoras, honestamente, no tienes por qué postear sobre la muerte de David Bowie. Tal vez el dueño del negocio es fan y hoy cierra en señal de duelo (entonces sí, claro, coméntalo en Twitter) y desde ese ángulo, se vale. Pero de la nada, porque todos están hablando de eso, para subirte al hashtag, no, por favor. No vas a dejar de ser un desubicado más dentro del ruido generado por una noticia de impacto.
Creo que estamos en las puertas de un nuevo cambio en la relación de las redes y las marcas. Y si no sucede, debería. Luego del boom de su aparición, las marcas han ido despertando a la necesidad de estar presentes en las redes sociales. Y eso está bien. Pero de ese primer despertar hemos pasado a uno de euforia un tanto esquizofrénica: “Tengo que estar así no tenga nada que decir. En todas las redes. Meterme en todo tema candente, aunque no tenga que ver conmigo. Darles los buenos días a mis seguidores. Desearles feliz almuerzo, alegre digestión, energizante modorra de media tarde, animada cena, desbordante emoción nocturna y serenas buenas noches”. Es demasiado.

Ese tercer estadio de relación entre marcas y redes sociales debería ser de racionalización. Las redes sociales las conforman personas y las marcas que habitan allí deberían comportarse como marcas en un espacio lleno de personas hablando entre ellas. Deberían cuidar de no meterse en todas las conversaciones sin ningún criterio. Deberían entender que las personas las aceptan en ese mundo de personas porque les tienen aprecio, son parte de su vida, pero todos saben que son marcas y que por muy cool que se comporten tienen un claro objetivo que es seducir para vender. Entonces no acorrales con comentarios desmedidos a toda hora porque te van a sentir intruso. Ten un poco de respeto a la vida de los que te están abriendo las puertas de su intimidad. No abuses montando un stand promocional en el medio de su cuarto.
Trabajando en estos días un proyecto publicitario junto con la oficina de New York de una agencia, me comentaban que allá estaban cambiando drásticamente sus criterios de posteo en varias marcas, estableciendo una fuerte reducción de los mismos. Hablaban de un post semanal en Facebook para una marca “X”. No se puede generalizar en esto y todo depende de los objetivos de la marca y su relación con los consumidores, es un ejemplo, pero ellos justificaban su recomendación en base a estudios donde usuarios de la red manifestaban hastío ante el asedio de marcas que creen tener algo relevante que decir 14 veces al día.
Todo extremo es malo y, de nuevo, en este tema no se puede generalizar, pero volviendo al título, algunas marcas deben entender que podemos vivir cada uno de nuestros días sin el estímulo inicial de su repetitivo-saludo-obligado-mañanero.