La arquitectura se ocupa de proyectar y construir edificios. Para ello se fundamente entre otras cosas en el diseño, ese plan mediante el que se ordenan las ideas para superar el caos cuando el espacio se presenta amorfo e indefinido.
En este sentido la arquitectura genera edificios y ciudades para que sus habitantes vivan confortablemente, al menos eso es el deber ser.
La historia de la arquitectura muestra que la concepción del espacio no ha sido siempre la misma, cada sociedad ha definido sus propias ideas de comodidad tanto para el espacio público como para el espacio privado, tanto para los lugares al aire libre como para los lugares bajo techo. Las condiciones ambientales, la geografía, el clima, la luz y un sin número de factores condicionan el desarrollo de la arquitectura.
Lo que sí parece indudable es que el principio de confort se encuentra estrechamente relacionado a la arquitectura y que se presenta en contraposición al principio de incertidumbre que paradójicamente también está ligado a la arquitectura.
La comodidad se aleja de lo incierto porque el ser humano necesita control de los parámetros espaciales y temporales en los que habita.
Ahora bien, en cuanto al ejercicio de diseñar la incertidumbre está asociada también a las posibilidades, esas variaciones que permiten la multiplicidad de opciones a explorar antes de tomar una decisión y que puede ser exitosa o no.
Es por eso por lo que decimos que el futuro es incierto porque por más que calculemos nuestras acciones siempre puede aparecer un imprevisto, una variante, ese hecho fortuito que modifique lo que se tenía planificado.
La sociedad contemporánea ha desarrollado una contradicción existencial donde por un lado quiere confort y por otro el confort le aburre y necesita superarlo, quiere salir de la zona de confort para poder sentirse viva.
Esto conduce a la búsqueda de una angustia calculada, entonces la gente acude a terapias de choque, deportes de riesgo, los más desesperados buscan terapias de electro-convulsión, otros en cambio se anotan al swinging, los griegos hacían catarsis y los argentinos votan por Milei para presidente.
Personalmente creo que hay que buscar el origen de esta angustia de hoy en la experiencia de la modernidad occidental que en el siglo XX afianza su necesidad por alcanzar una verdad universal negando otras historias y pretendiendo imponer una valoración sustentada en la razón y la ciencia dejando de lado consideraciones emocionales, valores de otras culturas, desarrollos étnicos y singularidades sociales que buscan ser reconocidas porque existen.
A los arquitectos de la modernidad encabezados por Le Corbusier, Gropius, Mies van der Rohe y no olvidemos a Wright les debemos el desarrollo agigantado y maravilloso que alcanzó la arquitectura durante el siglo XX, una arquitectura que intentó y en buena medida logró resolver el problema de la vivienda porque desarrolló propuestas al alcance de una población empobrecida por las guerras y los cambios de ideologías en procesos económicos y políticos. Las posibilidades de desarrollo habitacional fueron presentadas, unas se realizaron y otras no, unas fueron muy exitosas y otras resultaron unas verdaderas locuras que fueron descartadas pero esa generación de arquitectos y urbanistas pensó, diseñó, planificó y ejecutó.
Críticas hay muchas más que los errores que se cometieron pero siempre es más fácil decir que hacer porque el que hace es el que se equivoca.
De nuevo nos encontramos con el confort y la incertidumbre frente a frente y es que pensándolo bien esa generación se sometió a la incertidumbre que involucraba llevar adelante sus propuestas buscando el confort de una mayoría que hasta ese momento no lo tenía …con todas las críticas que han llovido sobre ellos creo que fueron exitosos.
¿Cuál es el problema entonces entre confort e incertidumbre?
Tal vez el problema esté en el pathos esa necesidad de conmover y conmoverse que tenemos los seres humanos.
Tal vez el problema esté en la economía y la administración ineficaz de los bienes y riquezas de una sociedad.
Tal vez el problema esté en la política que no sabe gestionar y se dedica a la manipulación de los ciudadanos.
Hacia el final de la década de 1980 quedó en evidencia la decadencia de los principios de la modernidad y en el campo de la arquitectura figuras como Charle Jencks, Michael Grave o Robert Venturi abrieron una discusión que contó entre sus mayores teóricos a Kenneth Frampton y Aldo Rossi.
Frampton con su propuesta de un regionalismo crítico avala que se haga y reconozca una arquitectura de resistencia que se oponga a la arquitectura moderna que se ha masificado con una expresión anónima y globalizada.
Al hablar de Aldo Rossi y la posmodernidad hay que entender que él no se calificaba de posmoderno.
Siguió apegado al racionalismo, pero la expresión y el desarrollo de su arquitectura marcó tal diferencia y tal tendencia que hoy puede decirse que Rossi es el padre de la posmodernidad racionalista.
Apartándose de lo que él llamó ¨funcionalismo ingenuo¨ se centró en desarrollar una teoría de la arquitectura donde se revisan los principios de diseño, composición y formulación del proyecto arquitectónico.
Buscó lo que llamó ¨el tipo fundamental¨, la relación entre ciencia e historia aplicada al lugar y sus principios constructivos. Al igual que Frampton, Rossi reconoce y reinterpreta las referencias geo-históricas presentes para cada proyecto que se ha de desarrollar.
Rossi invita a pensar en que a través del tiempo las funciones cambian, pero la forma y la espacialidad perduran.
“La Arquitectura es parte integrante del hombre en su construcción. La Arquitectura es la escena fija de las vicisitudes del hombre; con toda la carga de los sentimientos de las generaciones, de los acontecimientos públicos, de las tragedias privadas, de los hechos nuevos y antiguos…¨
Se centra Rossi de alguna manera en el pathos, la arquitectura tiene que emocionar.
Es aquí donde regresa el principio de incertidumbre para decirnos que mas allá de la racionalidad y el funcionamiento que deben formar parte de un edificio hay sensaciones variables que afectan al habitante, a ese usuario que hoy puede sentir orgullo en un espacio y mañana puede sentir temor, que puede en un momento estar cómodo y en otro sentirse completamente incómodo. También es la perdida de la certeza y la aceptación de la equivocación más allá de la razón cartesiana.
En las ciudades actuales podemos establecer zonas de confort y también zonas de incertidumbre, en ambos casos encontraremos aspectos negativos y positivos. Una zona de confort puede ser un alivio, un remanso de paz y tranquilidad pero también de soledad, aburrimiento y abatimiento.
Lo mismo ocurre con la incertidumbre podemos sentirnos angustiados o atormentados pero la incertidumbre también nos activa, nos entusiasma, nos anima a explorar cosas nuevas por eso cuando recorremos una ciudad y nos encontramos con una edificación que rompe con los patrones que veníamos observando nos sentimos exaltados, esa es la emoción que vivimos al recorrer París o New York y dejarnos atrapar por todas sus variaciones urbanas.
La modernidad buscaba construir una voluntad de verdad, la posmodernidad trata de reconocer múltiples verdades y entender como valorarlas, cosa que no siempre logra con éxito.
Tal vez sea porque la física cuántica nos ha empujado al mundo de la indeterminación y su influencia en el mundo cotidiano de los mortales comunes y corrientes se ha hecho cada vez más evidente al igual que incomprensible. Es algo así como: si te digo donde no te digo cuando y si te digo cuando no te digo donde, atrápame si puedes.
Es la ambigüedad que nos acompaña hoy en día por eso nos encontramos con edificaciones deconstruidas pero funcionales y además hermosas con una belleza que en el siglo XVIII o incluso en el XIX hubiera sido imposible de comprender, la arquitectura de Daniel Libenskin, la de Rem Koolhaas o la de Frank Gehry se separan de los principios básicos de la modernidad para centrarse en expresiones conceptuales que se transforman en edificios.
El diálogo que se establece entre edificios posmodernos y todos los demás marca hoy por hoy una novedad por su contraste muchas veces agresiva ante un contexto que manejaba una armonía que pudiéramos calificar de sinfónica en términos musicales, mientras que la arquitectura posmoderna y en especial la deconstructivista pertenece al rock y a veces al heavy metal.
Las ciudades se ven invadidas por manifestaciones espaciales distintas, que nos sorprenden y ponen un punto de incertidumbre en la vida cotidiana hasta que nos acostumbramos y entonces volvemos al punto de partida donde lo que fue incierto ahora es parte de nuestro confort y termina por aburrirnos.
El trabajo de los arquitectos parece estar condenado buscar eternamente la novedad o tal vez tengamos que entender que nuestra función es prestar un servicio que a veces puede ser espectacular y hasta rocambolesco pero otras deben contribuir al bienestar social y moderar al ego.
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