El impacto de las redes sociales en nuestras vidas es motivo de constantes y diversos estudios, sobre todo si su uso es masivo, como es el caso de Instagram, una de las redes sociales más populares y de mayor crecimiento hasta el momento
La manera en que nos comunicamos está cambiando. Los códigos podrían estar mutando. La interacción cara a cara pasó de ser de voz a voz (con el teléfono, ya hace bastantes décadas) a un sinfín de mecanismos, ya sean escritos o a través de imágenes, por lo cual la comprobada eficiencia comunicativa estudiada durante siglos de habla fluida y personal choca con los nuevos paradigmas y la muy lógica aparición de confusiones en las comunicaciones.
Hoy por hoy preocupa y sorprende la cantidad de problemas generados durante o posterior al uso de redes sociales. Peleas familiares, de pareja, amigos enfrentados, relaciones destruidas…, se han hecho habituales los conflictos, y por la vertiginosa velocidad con la cual se están desarrollando las nuevas tecnologías las respuestas para solventar estos inconvenientes escasean, o a veces ni siquiera existen.
Instagram: todo un hacedor de problemas
Troublemaker es un concepto en inglés que aprendí viendo Seinfeld, mi serie favorita por mucho. En un capítulo hablan del Pájaro Loco, aquel personaje de comiquitas que, ciertamente, vivía causando problemas.
Instagram con el pasar del tiempo se ha convertido en un hacedor de problemas, en cuanto se ha empezado a parecer a su hermano adoptivo Facebook, conocido por todos por impactar las relaciones interpersonales con una alta dosis de herramientas problemáticas como el bendito «estado civil», las notificaciones que se prestan a chismes, las etiquetas en las fotos, y un largo etcétera.
Las relaciones reales por diferentes razones se ven afectadas, y se van tipificando tipos de inconvenientes que Instagram también está empezando a generar.
«Mi vida apesta» (o, por lo que veo, eres más feliz que yo)
Las comparaciones entre nuestras vidas versus la vida de los demás, o lo que parece ser su felicidad expresada a través de sus fotos, causan desasosiego en muchos. Al respecto escribió Karley Sciortino en un artículo muy comentado publicado por Vogue. Allí describe, poniéndose como ejemplo, de qué manera un momento feliz puede verse opacado al ver fotografías de contactos/amigos en las que se ven plenos, tremendamente felices, lo que lleva al cuestionamiento de nuestra propia felicidad. En lo personal creo que el tópico es un tanto baladí, americanizado en un sentido no muy positivo, pero totalmente válido, puesto que, ciertamente, muchos actualmente están viviendo de una falsa felicidad recreada o creada con sus fotografías. Una especie de portafolio feliz que, muchas veces, no es más que una fachada.
Lo mejor sería dejar Instagram y cualquier otra red a un lado y disfrutar los momentos del día a día. Adicionalmente, usar Instagram como una herramienta de expresión, como un medio artístico, como un retrato, y sin miedo, expresarse. Lo demás son estrategias de mercado que, al menos que se quiera o se aspire a ser una estrella pop, no tienen sentido. Recordemos que hasta Britney Spears tuvo sus malos momentos y mostró su cabeza rapada sin temor a no lucir feliz. Quizá Britney no es el mejor de los ejemplos a seguir, pero en este caso aplica.
Los selfies: armas de destrucción masiva
Quizá no tanto, pero hay científicos estudiando la relación entre el número de selfies que se toma una persona y de qué manera ello impacta sus relaciones de pareja, o incluso, si tomarse fotografías de sí mismos es un indicador de descontento o insatisfacción en matrimonios o noviazgos.
Yendo más allá, ya existen estudios que relacionan los selfies compulsivos con el narcisismo y psicopatías varias.
Lo más concluyente hasta el momento es algo bastante lógico: cada selfie es un mensaje y afecta, se quiera o no, las relaciones. Y a veces, más que mensajes aleatorios, son metamensajes: un mensaje enviado adrede y de intenciones veladas (fotos para causar celos, fotos para causar envidia, fotos para generar en uno o varios terceros determinadas reacciones).
Too much information
Sí, como la canción de Duran Duran, la post-modernidad se hizo Instagram. Demasiada información suministrada en forma de notificaciones. Sabemos demasiado acerca de lo que nuestros contactos hacen. A qué le dan like, a quienes siguen, y lo peor de todo: cuál foto, y de quién, comentan.
Ciertamente Instagram puede alegar que basta con que el usuario no esté pendiente de esta columna en la aplicación (app), pero la verdad es que cualquier relación que esté pasando por algún conflicto por pequeño que sea (y TODAS las relaciones pasan por problemas en algún momento) se puede ver afectada por esta disponibilidad de información privada que, para ser justos, aceptamos cuando nos registramos y abrimos una cuenta.
En definitiva, y como cualquier red social, Instagram está ensayando un sinfín de nuevas maneras de comunicarnos que aún no dominamos ni entendemos muy bien. Y nosotros somos parte de ese experimento.
1En 2016 Instagram estuvo en el 8vo lugar en el ranking de mayor número de usuarios activos, en el 2do de plataformas con más usuarios en línea en promedio (popularidad), y el 3ro en cantidad de conexiones diarias por usuario, según Smart Insights
2 Woody Woodpecker, en inglés. El capítulo en cuestión es The Mom and the Pop Store, Temporada 6 Episodio 8, transmitido en estreno en EE.UU. el 17 de noviembre de 1994.
3 Recordemos que Zuckerberg compró Instagram por la enorme cifra de 1 millardo de dólares en abril de 2012.
4 Is Instagram Ruining Your Love Life? Artículo publicado en Vogue el 04 de junio de 2014.
5 En el artículo Instagram selfies can negatively affect relationships, study finds del portal Independent del Reino Unido citan dos estudios, uno de los cuales llevado a cabo por la Florida State University con sede en Tallahassee, Florida, Estados Unidos, fichado en la red pública del US National Library of Medicine aquí