Falcon y el Soldado de Invierno toma el testigo de WandaVision. Pero, además, lo hace en más de una manera: la mirada al mundo postapocalíptico de Marvel. El llamado blip es algo más que una curiosidad en el mundo de los superhéroes de la casa de las ideas y te contamos el motivo.
Cuando Bruce Banner (Mark Ruffalo) chasqueó los nudillos y trajo de regreso a la mitad de la vida desaparecida cinco años atrás, parecía un acto milagroso. Deshacer el genocidio de Thanos (Josh Brolin) fue el principal objetivo en Endgame, a costo de lo necesario. Incluso, de la vida y la seguridad de los superhéroes y su historia personal. Pero no lo que nadie imaginó es que parecía el acto heroico más asombroso, traería también todo tipo de problemas.
¿Cómo el mundo post apocalíptico de Marvel? Esa es la pregunta que WandaVision y Falcon y el Soldado de Invierno intentan responder. Y aunque en realidad, no es el centro de su argumento, las historias de ambas series han permitido profundizar en qué ocurrió después del blip. En medio de la tragedia de Wanda Maximoff (Elizabeth Olsen), el guion la acompaña para mostrar un mundo nuevo. Uno destartalado, entristecido y no precisamente mejor.
En especial, el programa hizo énfasis en qué ocurrió con todos los que despertaron sin comprender habían transcurrido cinco años desde su último recuerdo. Pero si la situación de Wanda era angustiosa, también lo fue la de Monica Rambeau (Teyonah Parris), que volvió a una realidad, en la que su madre había muerto. Para el personaje, de pie en un hospital sumido en el caos, la revelación fue un golpe al rostro. “Desapareciste por cinco años”.
La vida entre los escombros de Thanos
Ya Spiderman Far from Home (2019), había mostrado algunos detalles sobre el mundo post Thanos. La película dedicó un par de escenas a narrar cómo había sido el regreso de hombres y mujeres en todas partes del mundo. Lo hizo en tono ligero e incluso, mostró a Tía May (Marisa Tomei) como parte de un movimiento para “hacer más sencillas las cosas”.
No obstante, la traumática experiencia de Monica fue mucho más allá y exploró, la ausencia en situaciones límite. Mientras Wanda afrontaba el duelo por la muerte de Vision, Monica tuvo que asumir la muerte de su madre y todo el contexto que le rodeó. Por primera vez, el universo Marvelita se planteó narrar una perspectiva sobre la tragedia mucho más mundana e íntima.
Pero en Falcon y el Soldado de Invierno, en la que la circunstancia se explora en toda su realista extensión. El mundo en que Sam Wilson (Anthony Mackie) y Bucky (Sebastian Stan) habitan, está aplastado por la desesperación. Y si bien Endgame mostró un escenario desolado por el luto, en la serie la situación tiene todo el aire de un impacto que sobrepasó a la mayoría. Una crisis social, cultural y económica que afecta no sólo a los ciudadanos comunes, sino también a los héroes.
Separados durante el primer capítulo, Sam y Bucky permiten explorar toda la dimensión de la crisis. Por un lado, el antiguo soldado de Invierno es una víctima de sus traumas y también, de un sistema institucionalizado que perdonó su antigua identidad.
O al menos, eso parece sugerir sus visitas a la terapia y el hecho de encontrarse, en realidad sin objetivo o motivación. Bucky, que recibió órdenes por décadas y obedeció con violencia ciega, ahora es un hombre abatido por la culpa. El reflejo del mundo a su alrededor es inevitable: Bucky carece de propósito. Intenta resarcir el daño causado, integrarse al mundo, pero en realidad, es un hombre sin pasado y con un presente difuso.
Incluso, algo tan corriente como una cita romántica, se convierte para el personaje en una situación complicada. Lo mismo que la amistad con una anciano vecino. Los días de la terapia son el recuerdo del mundo en un ciclo interminable. ¿Ocurre lo mismo con el mundo que sobrevivió a Thanos?
Los pequeños dolores de la vida cotidiana
Todo parece indicar que sí. En su extremo del espectro, la situación no es más sencilla para Sam, que además debe lidiar con la responsabilidad de ser el nuevo Capitan America. El escudo, que el mismísimo Steve Roger (Chris Evans) puso en sus manos, tiene el peso de un símbolo que Sam no sabe como afrontar. Y de hecho, esa dualidad en Sam es uno de los hilos argumentales más interesantes de la serie. De ser una fuerza élite que lleva a cabo atrevidos rescates, es también un hombre con problemas reales.
Y problemas que abarcan el espectro de las cosas de un mundo apocalíptico que no sabe cómo recuperarse. La serie plantea por primera vez, el dilema sobre la forma en que los superhéroes enfrentan el mundo cotidiano. ¿Dónde vive un superhéroe? ¿quién paga por sus servicios? En Falcon y el soldado de invierno, la pregunta se lleva a otra dimensión. ¿Como subsiste un héroe que por cinco años sólo no existió?
Llevado a un siguiente nivel, la pregunta que rodea y profundiza el programa, es de enorme interés para la fase cuatro de Marvel. Los héroes también padecen los sinsabores de un mundo confuso. Uno, en que hay quienes incluso, reclaman el “antiguo orden” que surgió luego del chasquido de Thanos. Un mundo sin fronteras, amargo y apacible que, sin embargo, tuvo sus propios héroes y también, sus adeptos.
En medio del desorden y pasado los primeros meses de alegría por el retorno de los ausentes, el mundo debe enfrentar asuntos más urgentes. Y lo hace, aterrorizado, abrumado, aturdido, desconcertado.
Sam Wilson, un buen hombre
Quizás uno de los aspectos más interesantes de la serie, es mostrar el ángulo familiar y emocional de los superhéroes. Si el Universo DC (en especial, luego del Snyder Cut), recurre a lo épico y al majestuoso para mostrar la heroicidad, Marvel lo hace desde lo pequeño.
Lo analiza, además, con una elegante sensibilidad que brindó las mejores escenas a Falcon y el Soldado de Invierno. Sam, ahora en Luisiana junto hermana Sarah (Adepero Oduye) y sus hijos (que eran niños pequeños antes de que desapareciera) intenta sobreponerse a la confusión. Pero también, debe afrontar la vida común. La vida de las desgracias diminutas como deudas, cuentas que pagar y adolescentes que educar.
La serie mira al mundo Marvel con una amabilidad amarga y apacible. Una melancolía dolorosa que recuerda que quizás, ese gran milagro del blip, solo configuró otros grandes problemas. “Necesitamos nuevos héroes” dice Sam, frente a la imagen del añorado Steve Rogers. ¿Podrá ser Falcon el hombre que salve el día?