Tengo años dándole vueltas a este título. Muchos años. Lo he convertido en una charla, un curso, un libro. Tengo esquemas, mapas mentales, inicios de texto y carpetas con fotos e información sobre Harry, el hombre de Budapest con el apellido del título, que alcanzó fama mundial desde los Estados Unidos como ilusionista y escapista a principios del siglo XX.
¿Qué tengo que ver yo y los temas de este espacio con el ilusionismo? Todo y nada. Hay mucho de ilusionismo en la práctica creativa. Hay magia y embeleso de la audiencia. Ya sea digital o análoga, la comunicación de marca es un espectáculo de magia.
¿Lo digo porque se engaña a las personas? Habrá quien lo haga así, de seguro, pero lo digo porque recurrimos a una serie de herramientas y de aprendizajes técnicos para finalmente transmitir una emoción. Pero es una emoción dirigida a un objetivo concreto. Y este es el meollo del asunto.
Cada vez que surge la pregunta de si la creatividad publicitaria es arte o no, yo me acuerdo del señor Houdini. Porque el arte puro: literatura, pintura, el que usted guste, no responde a nadie. El artista hace literalmente lo-que-le-da-la-gana. Y el creativo publicitario no. De hecho muy rara vez trabaja solo. Y responde con su creación a un ejército de personas.
Esa es la gran diferencia. La creatividad para marcas responde a una necesidad pre-establecida que en el arte no existe salvo en las profundidades de la psique del artista. Los creativos publicitarios debemos empezar a crear bajo decenas de preceptos y consideraciones que, si tenemos suerte, estarán coherentemente plasmadas en un brief. Y solo cuando cumplamos con todos esos requerimientos, si lo que queda tiene magia aún, podemos terminar creando una pieza con alma, que puede que se parezca al arte.
Aquí es donde funciona el símil con el célebre escapista. Houdini empezaba su acto (creatividad) dejando que terceros (la agencia, el cliente de márketing, el de ventas, el de compras, el gobierno, los medios de comunicación) le colocaran camisa de fuerza, candados, luego cadenas, más candados, una saco, más cadenas y otro candado para meterlo luego en una caja fuerte (estos son los objetivos de comunicación, los de ventas, la personalidad de la marca, las disposiciones legales, el tamaño de los avisos y el tiempo en medios, la inversión y un largo etcétera). Y el mago, Mr Houdini, solo lograba el éxito del acto (una buena idea) cuando lograba librarse de todas esas ataduras.
El final de la metáfora es simple, si luego de responder a todos los «candados y cadenas» logramos preservar una idea fresca y diferente (el «gran escape) habremos logrado «La Magia», como el Gran Houdini.
Sirva este artículo como prueba de mi autoría en el nombre del sistema. Y si alguien se interesa en que saquemos el libro o quiere una charla, que me avisen por favor. A ver si luego de tantos años, esquemas y archivos, le saco algo de provecho al tiempo invertido. 🙂