Finalmente, Ratched, la versión de Ryan Murphy sobre la perversa enfermera de la película Alguien voló sobre el nido del cuco (1975) de Milos Forman, llegó a la pantalla chica con una historia de origen que deslumbra por su apartado visual y puesta en escena. No obstante, la reinvención del personaje encarnado originalmente por la actriz Louise Fletcher y que en esta ocasión, interpreta Sarah Paulson, carece del carácter de monstruo mundano e inquietante con que Forman adaptó el libro de Ken Kesey.
La serie Ratched de Ryan Murphy, llegó el viernes al catálogo de Netflix y de inmediato, se convirtió en uno de los contenidos proferidos de los fanáticos del terror y del suspenso. La precuela que cuenta la historia de la pérfida y temible Mildred Ratched, una de las villanas más famosas de la cinematografía mundial, llegó a la pantalla chica rodeada de una considerable expectativa. Después de todo, se trataba de la reinvención de uno de los personajes más famosos del cine, al que la actriz Louise Fletcher dotó de una considerable crueldad y una concepción de lo maligno, que logró incluso opacar por momentos al brillante Jack Nicholson, en uno de sus roles emblemáticos.
Pero la Ratched televisiva, está muy lejos de la mirada fría y dura de su versión cinematográfica, más cercana a la crueldad mundana y gamberra de un maltratador al uso, que a la criatura maléfica y manipuladora, con el peso de un villano de opereta que imagina Murphy. Para la ocasión, el productor decidió crear un escenario con evidentes reminiscencias de Alfred Hitchcock, para contar la confusa y extravagante evolución de Mildred en un monstruo despiadado. No obstante, el argumento no las tiene todas consigo y parece no haber encontrado el tono y la forma, para relatar lo que debió ser un recorrido hacia la locura con tintes de cuento macabro. La transformación de Mildred en Ratched, es una epopeya de la luz y la sombra o eso pretendió ser, aunque al final, resulta una combinación desconcertante de registros y temas dispares.
Para comenzar, Murphy apeló a la idea de las capas de información superpuestas para alargar a través de ocho episodios, la historia de Mildred. De modo que en lugar de contar una sola historia de origen, termina por hacerlo tres veces: la enfermera comienza por ser una mujer misteriosa con una misión complicada, pero también la víctima de una infancia atroz que se insinúa en escenas de considerable belleza y un bien medido misterio. Pero todo eso se viene abajo, cuando termina por contar su historia en un monólogo de dos minutos, en que la cámara enfoca de forma firme el rostro de Paulson. Allí no hay secretos ni tampoco, la pretendida intención del argumento de enlazar el misterioso y violento pasado de Mildred con su conducta. En realidad, Murphy parece mucho más interesado en justificar a su personaje antes que haga cualquier cosa que amerite ser explicada, que en sostener su comportamiento con una historia de origen lo suficientemente sustanciosa como para relatar los misterios del personaje.
La misma situación se repetirá una y otra vez a lo largo de la temporada, que parece perder su propósito real a medida que la serie crea ciclos superpuestos e innecesarios, para narrar historias que aportan poco o nada al nudo principal de la acción. Y aunque la asombrosa puesta en escena, el uso de una paleta de colores cuidadosa y en general, una producción en la que Murphy apostó sus mejores trucos narrativos hacen de la serie un curioso recorrido por varios hilos narrativos en paralelo, Mildred — como personaje — se desdibuja en un contexto en que ocurren excesivas cosas a la vez, como para profundizar en las motivaciones, traumas y dolores de una criatura poliédrica que merecía ser analizada con mayor profundidad.
Claro está: Ratched tiene un buen discurso narrativo o al menos, con la suficiente consistencia para mantener la atención durante los tres primeros capítulos, en los que se insinúa lo terrorífico con un ritmo muy semejante al de American Horror Story. No obstante, a partir del cuarto capítulo, los ciclos repetitivos de información se hacen cada vez más innecesarios, mientras Murphy intenta sostener el interés con una de sus formulas favoritos: el exceso y una formidable capacidad visual para cautivar. Pero en esta ocasión, la pista acústica — que acompaña a los personajes a todas partes — y el despliegue de diseños y tomas milimétricas, es incapaz de disimular que la mayoría de los hilos argumentales carecen de un propósito real o al menos, se repiten de forma tan insistente que terminan por diluirse en una sobre explicación innecesaria.
Una historia complicada:
Lo lamentable, es que Ratched es un producto enteramente cinematográfico y ahora, televisivo. La temible enfermera ni siquiera tenía nombre de pila cuando el escritor Ken Kesey la creó en Alguien voló sobre el nido del cuco de 1962. De hecho, el personaje es la encarnación de todos los males del sistema de salud norteamericano y sostiene una trama, basada en la despiadada crueldad de la indiferencia. En 1975 Louise Fletcher creó un personaje mundano, pragmático y con aire vulgar, que basaba su poder en la manipulación y en los horrores que podía infringir en el abuso de poder, que de la misma forma que su versión literaria, encarnaba los terrores de un sistema de salud decadente.
El espectáculo visual de Murphy intenta rellenar los espacios en blanco de ese personaje con con una presunción melodramática, que cuesta compaginar con la imagen de la Ratched de Forman, de uniforme blanco y enfurecida mirada de desprecio, que no parecía especialmente interesada en hacer el mal, sino que disfrutaba haciéndolo con la desprejuiciada e impasible dureza de quien se sabe parte de un sistema que falla en todas partes. No obstante, Murphy intenta hacer un truco habitual en sus producciones: crear grandes historias complejas para justificar la tragedia, además de incluir algunas críticas del todo innecesarias acerca del privilegio masculino blanco, que Ratched maneja desde lo sombrío con una monstruosidad violenta.
Lo más desconcertante de la serie es que incluye todo tipo de hilos argumentales, que poco o nada aportan a la personalidad de Ratched. Ya para el hilo del gobernador y el subtrama de Tolleson aparecen en escena, la trama parece sobrecargada, convertida en un espacio venial de discusión sin importancia. Ratched, por extraño que parezca, fue consumida por su propia historia. Tanto, como para que para los últimos capítulos, sea lo menos importante entre el despliegue de colores y escenarios que llenan cada escena hasta lo absurdo. Con su argumento dolorosamente obvio y decisiones creativas más enfocadas en lo espectacular que lo explicativo, al final Ratched es sólo un subproducto en la fecunda mitología de Murphy, lo cual no sería del todo malo, si el personaje no fuera tan poderoso y con tantas posibilidades por si solo.