La primera vez que envié un e-mail fue a través de un BBS, Eldish de Ricardo Gonda. A través de una interface de texto escribí un mensaje a Peter Gabriel (tenía su dirección de e-mail en un CD, Secret World). No sé que pregunta le hice, no recuerdo que me respondió, pero fue sumamente emocionante. (El segundo email fue a Bill Gates, para ver si contestaba desde esa famosa dirección «askbill@microsoft.com», y lo escribí desde otro BBS, Spaceship Earth de Pino Farese, que usaba Fidonet para conectarse a «la WWW»).
Me imagino que se puede comparar a cuando un adolescente de hoy escribe un tweet y menciona a uno de sus artistas favoritos, y este le contesta, o al menos hace click en el equivalente a «like» que exista cuando estés leyendo esto.
Hoy en día y desde hace mucho tiempo, es lo primero que hago cuando me conecto en una computadora o cuando tomo mi smartphone: chequear los e-mails, clasificarlos, contestarlos, dejar un draft abierto para más tarde, consultar antes de contestar alguno de trabajo, y así. Cuando nacieron los cybercafés, me pareció una idea genial «poder chequear mis e-mails en cualquier parte».
No recuerdo la última vez que escribí una carta en papel, mucho menos a mano. Si bien el e-mail no sustituyó por completo el correo postal, le dio una nueva vida al intercambio de mensajes, y fue el precursor de muchas otras formas de comunicación como el SMS, y cualquier otra cuyo concepto sea conectar a dos o más personas a través de un mensaje (de texto, de voz, una imagen, un video). Su creación data de 1971, cuando Ray Tomlinson hizo el primer sistema de correo electrónico en una red, en ARPANET (el abuelo de Internet), con ese formato que hasta el día de hoy es familiar para nosotros: usuario@servidor. Cuando en 1994 dábamos clases para que la gente aprendiera a usar Internet para su trabajo, estudios y de forma personal, mi amigo Daniel Zuloaga decía a los estudiantes que la arroba era «la pega que unía el usuario con el servidor de donde salía el e-mail».
«Veo como se usa el e-mail hoy en día, y por mucho, sucede de la misma forma en la que lo soñé». -Ray Tomlinson.
En 1977 se convirtió en un estándar, y además de haberle dado una nueva vida al intercambio de mensajes, la comunicación humana no ha sido la misma desde que existe, inclusive comenzó a cambiar el lenguaje y allanó el camino para lo que hoy son las redes sociales. Uno se pregunta cómo sería Twitter y tantos otros servicios hoy si no existieran las menciones con arroba (@), que fue el símbolo que el escogió para «pegar» usuario con servidor.
Ray Tomlinson falleció el pasado sábado a los 74 años dejando un legado que recordaremos todos los días, cada vez que estemos «en línea», en mi caso, todas las mañanas cuando me siento frente a una computadora y chequeo mis correos electrónicos.
(Ah, y Bill Gates si contestó el mensaje, con un link a Microsoft.com).